¿LA ESPAÑA DE LOS HABSBURGO FUE CASTILLA?

El imperio mediterráneo que a finales del s. XIII había logrado la Corona de Aragón anexionando Mallorca, la Corona de Sicilia, Cerdeña, y Atenas, se encontraba desde mediados del s. XIV en continua decadencia.  Y mientras tanto, los castellanos se habían convertido en una nueva potencia marítima: los corsarios castellanos se entrometían en el comercio catalán, a la vez que los comerciantes catalanes alquilaban navíos cantábricos para su comercio.

El declive de la Corona de Aragón vino provocado por la falta de cohesión entre sus reinos, que dificultaba a la monarquía la toma de decisiones en contra de los intereses particulares de los miembros que conformaban sus cortes.

La unión matrimonial de los Reyes Católicos, uniendo las coronas castellana y aragonesa, permitió que los castellanos apoyasen la línea expansionista de Aragón en el Mediterráneo, al tener una política exterior común. Pero aún así, ambos reinos conservaron en su mayor parte sus instituciones políticas y se mantuvieron las cortes, las leyes, las administraciones públicas y la moneda, aunque unificaron la política exterior, la hacienda real y el ejército. Reservaron para la Corona Española los temas políticos, y actuaron conjuntamente en política interior, pero se siguió manteniendo la misma descentralización entre sus reinos que tan complicado hacía el gobierno a la monarquía.

Las medidas de la reina Isabel para mantener el comercio con América solo en manos Castellanas fue derogada a su muerte por su marido el rey Fernando de Aragón. Pero con el descubrimiento de América, el comercio se traslada al Atlántico, y esto, junto con la extrema afección de la peste en el levante Mediterráneo, provocó que el principado de Barcelona entrase en plena decadencia a fines del s. XV, en retroceso demográfico y económico, frente a una Sevilla en plena expansión humana y comercial y una Castilla con una pujante economía de las más desarrolladas del continente.


La unión efectiva de los reinos de Castilla, Aragón y Navarra se hizo bajo el reinado de Carlos I, el primero en adoptar el título abreviado de Rey de las Españas. Aún así, los estados nación que aparecen en los títulos de las monarquías autoritarias del antiguo régimen, como la Corona Española, implicaban un concepto de unión territorial meramente en la figura de los reyes, bajo un concepto hereditario, y los reinos de la Corona mantendrán sus leyes, idiomas, monedas e instituciones.

En el caso de la Corona Española, se aplicaba la misma política exterior en todos los reinos, la política interior se enfocaba hacia el aumento de las relaciones comerciales mediante la desaparición o disminución de las tasas aduaneras interregnos, y existía una hacienda pública central para financiar la monarquía, aunque los diferentes reinos presentaban distintas presiones fiscales, además que en cada reino existían impuestos particulares gestionados por sus propias élites de poder.

Carlos I, ni ninguno de los Habsburgo después, juraría nunca las constituciones de sus reinos, por lo que estas se verían obligadas a aceptar la autoridad suprema del monarca por encima de sus leyes. La monarquía hispánica encontraría siempre un estorbo a su poder en las cortes, que serán convocadas cada vez en menos ocasiones, y sustituidas por diputaciones y generalidades.

Las revueltas comuneras en Castilla y la aniquilación de sus líderes, darían la excusa a Carlos I para eliminar casi por completo los poderes de las cortes castellanas, que aún manteniendo sus fueros, solo servirían como un mero órgano de consulta, trasladando allí la corte real. Pero el control del poder de las instituciones de los diferentes reinos aragoneses, como el principado de Barcelona, no ocurriría hasta 100 años más tarde, cuando tras la guerra de secesión catalana (1640-1652), la monarquía pudo hacerse con un control efectivo sobre ellas, aún manteniendo sus fueros y constituciones.


Esto provocó que dada la enorme riqueza que generaba la explotación de las colonias americanas, y las mayores restricciones de poder que los monarcas encontraban en los reinos aragoneses, los intereses de la monarquía Hispánica se concentrasen en Castilla y el Atlántico, en contra del interés tradicional catalán en el Mediterráneo. 

Aún así, ya desde Felipe II queda claro que los “extranjeros de los Reinos de las Indias y de sus costas, puertos e islas adyacentes para no poder estar ni residir en ellas son los que no fueren naturales de estos nuestros reinos de Castilla, León, Aragón, Valencia, Cataluña y Navarra y de las islas Mallorca y Menorca por ser de la Corona de Aragón”.Como explica Emiliano Fernandez de Pinedo, de la Universidad del País Vasco, “la aportación de las elites catalanas a la Corona (española) fue escasa”, por lo que catalanes y demás población aragonesa disfrutaron de una presión fiscal mucho más baja que los castellanos.

Dado que la alta nobleza no pagaba impuestos, la población aragonesa se libró de financiar las constantes guerras que llevaron hasta en seis ocasiones a la quiebra al imperio español, hecho que lamentablemente tuvo que asumir la población castellana. Como comentaba de forma más explicita Gonzalo Martínez Díez, catedrático de Historia del Derecho Español, 1976: "Durante más de dos siglos (época austracista) el peso fiscal de la Monarquía se vuelca casi exclusivamente sobre Castilla, sistemáticamente exprimida...”.
Castillo del Ducado de Cardona


Y a pesar de esto, los privilegios obtenidos por las élites catalanas a lo largo de toda la Baja Edad Media se mantendrán con los Habsburgo. Esos privilegios recibidos de los reyes de Aragón, y a la riqueza que generaba el comercio en el Mediterráneo, situaron a Barcelona en una posición única dentro de Cataluña y de toda la Corona Española, con capacidad de nombramiento de cónsules ultramarinos, de embajadores propios, acuñación de moneda propia, guarnición militar propia mediante la coronela gremial de Barcelona, privilegio de cobertura y condición de sus consellers como Grandes de España. En 1633 Gaspar Sala afirmaba que «Barcelona es la cabeza de toda Cataluña, y el espejo en que las demás ciudades se miran».

Los privilegios de las élites catalanas determinarán buena parte de la política catalana y española a lo largo del resto de su historia conjunta.

La unión política en la Corona Española fue un fenómeno gradual producido, como no podía ser de otra forma, por uniones entre la alta nobleza, siendo estos los que disfrutaban en exclusiva del poder político. Se fomentaron las alianzas matrimoniales, con el manifiesto fin de que la élite social fuera la misma para toda la Corona Española.Serían los miembros de la alta nobleza, con presencia en las cortes de cada reino, los primeros interesados en contar con un fuerte poder central que posibilitara el control de los grupos sociales menos ricos de los que obtenían sus rentas.

La Paz de Westfalia (1648), poniendo fin a la Guerra de los Treinta años, estableció el principio de la integridad territorial como fundamento de la existencia de los Estados, frente a la concepción feudal de que territorios constituían un patrimonio hereditario de reyes. Los Estados Nación del antiguo régimen serán el germen de las futuras naciones actuales. Cataluña se mantendría dentro de la Corona Española, como siempre, siendo uno de sus territorios nacionales.


Tras la Guerra de los Treinta años, España perdió su hegemonía en Europa y comenzó la decadencia castellana. Castilla no podría soportar su enorme carga fiscal, y la despoblación en la meseta que provocaron las migraciones a América y alta mortandad entre jóvenes castellanos, reclutados casi en exclusiva para las guerras.  

Vendría entonces la época de esplendor para Cataluña y el levante, que hasta la reforma fiscal de mediados del XIX disfrutarán de una carga fiscal mucho menor que Castilla.  


Con el crecimiento en general de la economía catalana desde fines del s.XVII, al calor del crecimiento demográfico, la agricultura catalana se moderniza, se especializa y, además del mercado tradicional en Europa, descubre las enormes posibilidades de exportación que las colonias españolas de América ofrecen a sus vinos y aguardientes. Su comercio se va incrementar de forma acelerada en las rutas transatlánticas, procediendo primero a la conquista de posiciones sólidas en el puerto de Cádiz. Cientos de comerciantes catalanes emigran para establecerse en Andalucía, en Castilla, en Galicia, en Murcia ..., por todas partes.


Si bien la decadencia de la economía catalana durante el primer siglo y medio de época austracista impidió una mayor participación en América, cuando estos tuvieron oportunidad de participar plenamente en la economía de la Corona no hubo nada que los obstruyese.

No existe justificación en la historia para pensar que el principado de Barcelona no estuviese completamente integrado en la Corona Española.


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